Te escribo perpetuos rodeos, entre los tormentos sublimes de la mente, donde el rencor, la honra, la honestidad están en flor de piel.
Me perpetuo en tu oscilación, en tus encantos a flor de piel, en la ternura solapada bajo el interminable esculpir de la sed de la vida.
Soy el mundo, bajo la emperatriz, donde todo lo que toco se convierte y se rehúye de mi lado.
Pero tu, en todos los torrentes, expulsas tus serpientes y te quedas, como adormilado bajo la superficie, como trágico pero vivo dentro de la mente. Te quiero siempre bajo tu manto de nieve.