Soy la ceniza, que limpia mi piel al caminar.
Soy el tiempo impuesto, la discordia cobarde.
Soy un vaso, bajo el desierto trota mundo.
Soy el chocolate, que no tomo.
Y el espesor del café contraindicado.
Soy la nebulosa consagrada,
todo y nada.
Soy la lluvia de los ojos,
y el viento que la separa,
Soy lo atemorizante,
que recorre las palabras.
Soy el torbellino milagroso,
un corazón sin aire,
un reflejo poderoso,
de una mujer que fue ceniza,
muerta de fuego,
servida de hambre,
cubierta de gozo.