Recordarte intrépidamente cada noche siempre y anhelando románticamente aquellos días en que pude contemplar tu mirada.
Humos encandecentes reinantes de la nada suelen opacar la nada del amor y gozar de la nada del dolor, encantándome hasta los huesos, llamando a mis talones y cerrando mis dolores, como nunca lo había esperado en la noche.
Por eso recordarte no es naciente, no es reinante y no será siempre.
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