Gracias a la pandemia, no
he ido al médico ni a controles, lo que es una cosa maravillosa para mí, dentro
de mi responsabilidad mental, pues como ando bien y estamos en cuarentena no
puedo viajar de una ciudad a otra, en cambio, mis perros si puedo traerles el
veterinario a mi casa.
Suena ridículo, pero en mi casa los perros deben estar con el
carnet al día. Así fue. Llamé a su veterinario y vino a última hora, ya
al atardecer a vacunar a los perros. El primero, Sebastián, mal llamado
satanito, le ladraba de afuera, pero dentro de la casa, lo amo, olfateó y todo,
pero al momento de la vacuna, se le arrancaba, pero al fin se vacuno. El próximo,
zorrito, ni pesco que estaba el veterinario y ni pesco si le pusieron las
vacunas, solo que lo encontraron gordito, jajaja, lógico si el nano (mi papá)
lleva desde marzo en la casa. Pero mi perra, la luly, no aparecía en el patio
para vacunarse, se había escondido. La fui a buscar y estaba en su cama y en su
pieza muy asustada, así que fue mi papá a buscarla, la podré salió muy
asustada, la vacunaron y huyo a esconderse, pero se logró mis perritos están al
día y su mamá muy feliz, pero quedo pobre, todo por los perritos, así que no sé
cuándo vaya a control, jajajaja.
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